Wednesday, March 23, 2016

Rosa Lentini. Poesía Reunida (2014-1994)


Rosa Lentini
Poesía Reunida (2014-1994)
Prólogo de Eduardo Milán
IBIC:DCF
ISBN: 978-84-942808-1-8
336 pp.

El libro:

La obra de ROSA LENTINI, poeta nacida en Barcelona en 1957, es un ejemplo tangible de la conciencia que un autor puede llegar a desarrollar de su oficio, mediante un trabajo lúcido de reescritura, tanto del propio texto como de los textos leídos. Muestra de ello es su dedicación a la traducción de poesía, de la que ha dado muestras excelentes, entre las que cabe destacar sus traducciones de Pierre Reverdy, Eugen Dorcescu, Joan Perucho, Rosa Leveroni, y publicaciones como Siete poetas norteamericanas actuales (con Susan Schreibman, 1991 y 1992),
El ladrón de Talan, de Pierre Reverdy (1997), Poesía reunida, de Djuna Barnes (en colaboración con Osías Stutman, 2004) y, en colaboración con Ricardo Cano Gaviria, Satán dice, de Sharon Olds (2001) y Últimos días, de Giuseppe Ungaretti (2015).

En este «volver a escribir» que es la traducción, la autora no sólo explora su razón de ser, a través de un diálogo constante establecido entre el sujeto de la escritura (el doble) y el sujeto de lo cotidiano, sino que logra establecer un «segundo paisaje», una segunda lengua: su propia voz poética. En cuanto a su labor editorial, vale la pena recordar que ha sido responsable de las antologías de Carlos Edmundo de Ory (Antología, Debolsillo, 2001), Javier Lentini (La sal y otros poemas. Antología poética 1973-1995, Igitur, 2006), así como del número monográfico 25 años de poesía en lengua española de la revista Ficciones (junto a la poeta Concha García) y Mil años de poesía europea (2009, en colaboración con Francisco Rico).

El presente volumen reúne la totalidad de la obra publicada por Rosa Lentini hasta la fecha, con dos particularidades que lo hacen único. Por una parte, la autora propone una ordenación cronológica inversa, reagrupando sus libros a partir del último volumen publicado (Tuvimos) como propuesta de lectura unitaria, aunque ideada como una obra abierta. Por otra, la autora ha sometido toda su obra a un profundo trabajo de revisión y, en muchos casos, de reescritura, en una tentativa de dar cuerpo a una «poética relativa, no totalizante», como afirma el poeta uruguayo Eduardo Milán en el prólogo a la presente Poesía reunida. Una tentativa que pareciera recordarnos «el proyecto total» de Juan Ramón Jiménez que, hacia 1952-1954, organizó y unificó su obra, «un mar en movimiento», bajo el título significativo de Metamórfosis.

De ahí la importancia de resaltar que la propuesta de la poeta barcelonesa agrupa su obra en marcha bajo tres posibles títulos: Hablando de objetos rotos, El fin y el origen y Linaje río abajo, porque, como bien afirma Milán, «tres títulos para una sola reunión indican una cierta inclinación a la tentativa. Nada tiene un solo nombre ---no hay certeza en la memoria---».

La autora

ROSA LENTINI (BARCELONA, 1957) ha desarrollado su obra poética, a la par de su oficio en el mundo de la edición, en revistas tan emblemáticas como Asimetría (1986-1988) y Hora de Poesía (1979-1995), así como en Ediciones Igitur. Su obra poética incluye los títulos de poesía La noche es una voz soñada (1994), Cuaderno de Egipto (2000), Intermedio (2001), El sur hacia mí (2001), Las cuatro rosas (2002), Leggendo Alejandra Pizarnik (Italia, 2002), El veneno y la piedra  2005), Transparencias (2006), Tsunami si alte poeme, antologia poetica (Rumanía, 2011) y Tuvimos (2013).

Sobre la autora

«Esta poesía se distingue por la superposición entre la atmósfera y la herida, el espesor del tono y el corte que algunas sensaciones producen en su red: punzada expresionista que concentra en un punto mínimo toda intensidad […] el desamparo, el fluido que no se coge, la insoportable atención al hecho de la vida. La imagen es entonces síntesis de percepciones, de hecho emocional y reflexivo, es reconocimiento lúcido y sin pactos, tierra del sueño mismo.»
MIGUEL CASADO


«La poesía de Rosa Lentini es esencial y dolorosamente somática y lo es intensamente en Tuvimos. [...] Ningún poema como ‘‘Lluvia’’ resume el espíritu total de una poesía hecha de amor, de pérdida, olvido, violencia sexual y muerte: ‘‘Trago corazones y hago el recuento de mis muertos’’.»
JUAN ANTONIO MASOLIVER 

Thursday, November 18, 2010

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Friday, April 23, 2010

animal sospechoso, núm. 5-7

«También el destierro, también la vida de inevitable extranjero que pertenece a quien escribe, no es otra cosa que una primera revelación –aún imputable a circunstancias o a la mala suerte– de algo que en cambio es de todos y de cualquier momento», dice Roberto Calasso en su reciente libro La folie Baudelaire, como iluminando el difícil camino de abrir estas líneas que quieren dar cuenta de la desaparición de dos de los autores que publican en nuestra edición de 2009. Se trata de los poetas José Watanabe y Pierre Peuchmaurd, que murieron durante el dilatado tiempo en que tardamos en llevar, del papel a la imprenta, el presente número de animal sospechoso; dedicamos a ellos nuestras páginas en señal de duelo y gratitud por su participación en nuestras páginas. Pese a los esfuerzos y al empeño de todos, tanto Watanabe como Peuchmaurd  nos dejaron antes de que pudieran ver cerrada esta entrega.


Asimismo, con estas líneas queremos expresar nuestro sentimiento a Jean-Yves Bériou y Martine Joulia –amigos cercanos de Pierre Peuchmaurd y también amigos cercanos de la redacción– por el apoyo y el interés con esta entrega, por su participación y disponibilidad en este número de la revista, para la que Jean-Yves redactó una sentida presentación (pp. 106-117).

La presente entrega del 2009 de animal sospechoso se gestó desde el primer momento en torno a la poesía de José Watanabe. Cuando comenzamos a trabajar en el dossier, hace ya casi dos años, pedimos a Víctor Vich que elaborase una selección de la obra del autor peruano, de quien escribió un ensayo iluminador y rotundamente actual: «El materialismo real de José Watanabe», pese a las posibles addendas que, al día de hoy Vich haya podido efectuar a su ensayo tras la muerte del poeta. No había ninguna restricción respecto a los poemas que queríamos publicar y la selección fue finalmente realizada en colaboración con el propio autor. De modo que nos complace pensar que los poemas que aquí ofrecemos son los que el poeta prefería. Entretanto, José Watanabe ha muerto y, aunque en esta ocasión la revista sale con casi dos años de retraso, queremos dedicárselo doblemente. No sólo por la finura, la ironía y la transparencia de su poesía, sino también porque muestra un camino expresivo que nos interesa especialmente: la de quien trabaja meticulosamente con el lenguaje hasta llevarlo a ese punto en el que, sin perder su materialidad, las palabras se transforman en lo que dicen. No queremos tampoco dejar de mencionar la reciente y oportuna aparición de su poesía completa en la editorial Pre-Textos. 

Con todo, buena parte del material del dossier, entre ellos una entrevista que no logró terminarse, quedan excluidos del mismo, no sólo por su fragmentarismo, sino porque nuestra tardanza ayudó a que esos materiales vieran la luz en diversas destinaciones ulteriores.

La primera de nuestras secciones habituales, «Un buque cargado de…», nos trae una nueva remesa de poetas provenientes de ambas orillas de la lengua. En primer lugar, ofrecemos la selección de textos que del poeta español Miguel Casado ha hecho para este número Nicanor Vélez, para quien su poesía que es «una mirada sobre las cosas» que hace que «la sensación se vuelva verso». Le acompañan los destellos culturalistas y las extrañas perspectivas de los poemas y del bestiario del poeta uruguayo Eduardo Laureiro. Publicamos a continuación dos poemas inéditos del peruano Eduardo Chirinos construidos mediante la rápida superposición de fragmentos, registros e imágenes. Acaba esta sección con los poemas delicados, llenos de luz y atentos al trabajo dela imagen del poeta Misael Ruiz Albarracín.

Por su parte, «Otras aguas», que ha crecido en esta entrega más de lo habitual, acoge por partida doble la palabra de otras latitudes. Presentamos allí, en primer lugar, la traducción que Miguel Casado ha hecho del poeta francés Pierre Peuchmaurd (Francia, 1948-2009), junto con la nota mencionada de Jean-Ives Bériou que sirve de epílogo a sus poemas. Hemos querido también, en segundo lugar, acercar hasta nuestra orilla cuatro poemas implacables del húngaro János Pilinszky, en traducción inédita al inglés del también poeta Clive Wilmer, que acompañamos de una versión literal en español del húngaro.

«Remolque final» nos ofrece un sorprendente artículo del poeta y filósofo indio Sri Auronbindo Ghose (Calcuta, 1872 - Pondichéry, 1950), sobre la esencia y la función de la poesía, traducido y presentado por Bel Atreides, en la que oriente y occidente logran tocarse por un instante ante el aliento que anima la voz que precede al poema. Acompaña también esta sección el estudio que Miguel Ángel Flores hace sobre la obra del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade, un nutrido ensayo que servirá, en México, como «Prólogo» al libro Carlos Drummond de Andrade, Rosa del pueblo, edición de Miguel Ángel Flores, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, (en prensa).

Nuestra última sección, «Lector de poesía», pretende revisar algunas obras publicadas desde el número anterior de animal sospechoso que nos han parecido de especial interés. En este caso se ocupa de de la poesía completa de José Barroeta (Candaya); de la versión española, a cargo de Jaime Priede, de El puente de Hart Crane (Trea); de Los artículos de la polémica y otros textos sobre poesía, un lúcidísimo ensayo crítico sobre la poesía española contemporánea de Miguel Casado (Biblioteca Nueva); de la primera traducción íntegra al español de la poesía completa de Eugenio Montale (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg), en la reconocida y lograda traducción del poeta italo-mexicano Fabio Morabito; de la versión del clásico chino Chuang Tzu realizada por el heterodoxo escritor mallorquín Cristóbal Serra y, para terminar, de He amado, el último volumen que comprende los últimos once libros inéditos del poeta argentino José Viñals (La Poesía, señor Hidalgo).

Como en ocasiones anteriores, incluimos a lo largo de este número las inquietantes fotos de la serie La ciudad Gálvez del fotógrafo mexicano Óscar Guzmán y, en la portada, contamos con un dibujo del artista plástico italiano y  restaurador de cristaleras antiguas Gianni Lucchesi (Pisa, Italia, 1965).

Thursday, May 18, 2006

Animal Sospechoso Nº 2

How do we justify calling ourselves civilised, after all? Is it the books we read? The delicacy of our tastes? Our place in continuing a line of belief and of common values which strech back a thousand years and more? All this, indeed, but what does it mean? How does it show itself? Are you civilised if you read the right books, yet stand by while your neighbours are massacred, your lands laid waste, your cities brought to ruin?[1]

Iain Pears
The Dream of Scipio


Perdido en medio de una selva de citas y razones para justificar mi asombro ante el empeño adusto del viejo nuevo orden militar por reordenar la balanza a la fuerza, siempre al acecho de grietas por entre las cuales vaciar la endeble idea de civilización, las palabras de Vicente Aleixandre vinieron en mi ayuda. Su prefacio a Llama de amor viva, del poeta colombiano Fernando Charry Lara, deshizo el retruécano apocalíptico que me impelía hacia la escritura adocenada. En ese texto aludido el poeta sevillano escribe lo siguiente: «Casi todo poeta sabe que es vana la obra de los hombres. ¿Pero quién será el poeta completo a quien esta sabiduría lleve a la aniquilación, al perfecto mutismo? Es conmovedor ver, ya desde alguna altitud del vivir, cómo cada generación repite el mismo ademán, como lo hace también el niño que nace, y ver que la contumacia es la reclamación de la vida»[2].

No es Deucalión, arrojando piedrecillas hacia atrás, por encima de sus hombros, para encontrar el camino de regreso, sino la mujer de Lot –Lut en el Corán–, convertida en estatua de sal en respuesta a su desobediencia, a su intento de conservar en la mirada el presente perdido, la figura que propongo como respuesta a la actualidad, en la que la expresión latina de damnatio memoriae parece haber retomado pleno sentido y dado nuevo soporte a la cultura del eufemismo, a la palabra castrada. En este sentido es válido subrayar cómo Rosa Lentini, tema central de la segunda entrega de animal sospechoso, nos introduce en la reflexión alrededor de la poesía no sólo como oficio inescindible de la meditación acerca de la vida y el conocimiento, sino también como remo poderoso para adentrarse en el corazón de las tinieblas. Al fin y al cabo el arte del poeta –no hay conocimiento sin creación– es un ejercicio de vasos comunicantes que testimonia «el paso de la tinta por los complicados vericuetos de la historia», como dice María Ángeles Pérez López en uno de sus versos. Vuelven entonces a la memoria nombres como Jorge Gaitán Durán, José Ángel Valente o Edmond Jabès, cuya reflexión poética se decanta hacia el poema como ejercicio de violencia contra el lenguaje, contra la palabra muda y cristalizada de las instituciones. A este propósito, con la venia del lector por convertir este texto en una casa de citas, me permito traer a colación una idea de Rodolfo Quadrelli con el fin de pujar hoy más por la mujer del antiguo testamento que por la desmemoriada divinidad griega:


Las palabras son definidas por el objeto que representan, pero, objetos iguales en contextos diferentes se vuelven ellas mismas diferentes. Tal es el destino de palabras como «tradición» e «historia». Éstas parecen sinónimos si se considera su objeto aproximado, que es el pasado; sin embargo, en un examen más detallado resultan ser términos completamente opuestos, y resulta claro que uno de ellos ha prevalecido sobre el otro. La «historia» ha predominado sobre la «tradición» y le ha impuesto su objeto.[3]


Hay demasiado ruido, demasiado alboroto alrededor de la historia –o de la no historia– y, ante tal confusión programada, es mejor descampar en las aguas de la poesía. No sé bien si su palabra restituye algún sentido, pero es una manera de construir, de conservar el instante a partir de una inteligencia que, más que con el pensamiento, tiene que ver con la imagen, con la vigilia de Buda bajo los chopos.

Algo similar sucede con Eduardo Milán (Uruguay), María Ángeles Pérez López (España), Margarito Cuéllar (México) y Armando Romero (Colombia), los poetas que nos acompañan en la sección «Un buque cargado de...», en la medida en que la trabazón que los liga entre sí es la meditación en torno al poema y la presencia constante de una ars poetica en cada uno de sus textos.



En este mismo orden de ideas, antes de cerrar esta invitación a la lectura del segundo número de animal sospechoso, es oportuno aludir a la interesante cavilación de Tomás Segovia, en la penúltima sección, «Remolque final», en la que el poeta, a partir de temas tan centrales para él como, por ejemplo, su oficio, la pertenencia, o la traducción, nos remite a la poesía como una de las maneras de desear la realidad, de perseverar en la mirada desobediente de la estatua de sal:


[...] Por otro lado, es la primera vez que oigo que la poesía hispana sea «una poesía del deseo frente a la realidad». Más bien me suena a definición de la poesía en general, o por lo menos de la moderna, y vista con ojos más bien franceses y muy à la page –y ante esa impresión ni siquiera me conmueve el eco cernudiano de la frase. No puedo estar de acuerdo porque justamente llevo muchos años meditando muy por mi cuenta sobre el deseo, y una de mis mayores disensiones respecto de mi época es probablemente que el deseo en que creo es el que desea la realidad en lugar de denigrarla o huirle o suplantarla, y que preferir la ausencia, la irrealidad y la invención siempre me ha parecido una cursilería.[4]


Queda entonces el abismo delante del acantilado para el trapecista distraído, quien, sin proponérselo muy en serio, podrá saltar hacia lo irremediable y apostar, no por la moda del presente, sino por la vigilia ante el presente y construir a partir de las ruinas de todos los días, lejos del eufemismo y la desidia.



[1] Pears, Iain, The Dream of Scipio, Londres, Random House Mondadori, 2003.
[2] Charry Lara, Fernando, Llama de amor viva, Bogotá, Procultura, 1986.
[3] Quadrelli, Rodolfo, Il linguaggio della poesia, Florencia, Vallecchi, 1969.
[4] Véase p. 80 de este número.

Friday, April 21, 2006

Animal Sospechoso n. 1


Qual eminenza di mente fu quella di colui che s'immaginò di trovar modo di comunicare i suoi più reconditi pensieri a qualsivoglia altra persona, benché distante per lunghissimo intervallo di luogo e di tempo? Parlare con quelli che son nell’Indie, parlare a quelli che non sono ancora nati né saranno se non di qua a mille e dieci mila anni? e con qual facilità? con i vari accozzamenti di venti caratteruzzi sopra una carta. [1]

Galileo Galilei
Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo
Giornata prima



Sentados en dos círculos antagónicos, los integrantes escuchaban atentos al pirata improvisado quien hacía las veces de vocero del grupo que llevaba la batuta: «De La Habana viene un buque cargado de…», decía su estribillo náutico más o menos invariable que fijaba el abanico de las posibilidades temáticas. Antes de que la clepsidra terminara su acompasado derrumbe arenisco, en plena altiplanicie andina a más de mil kilómetros de la geografía coralina, el juego de las adivinanzas portuarias disparaba el vocabulario más o menos exótico de los objetos posibles entre los que tendría que hallarse la palabra acertijo. El abanico se extendía en su flexibilidad desde las papayas, piñas y habanos, hasta los nombres de tribus indígenas y libros de cronistas más o menos conocidos. Si la adivinanza llegaba a buen puerto y el círculo contrincante acertaba, entonces el siguiente grupo tomaba la voz cantante perdida y acoplaba una ciudad costera alejada de La Habana y hacía repetir la coda al pirata improvisado: «De Cartagena sale un buque cargado de…».

Tiempo después, cuando aprendimos cómo bautizar la noche con un reguero de vino deplorable o con mareadas de almizcles que envilecían el sentimiento, dejamos que creciera esa sensación extraña, análoga al juego marítimo de los calambures portuarios, que dejaban los volúmenes escritos en español provenientes de otras latitudes y nos embargara, haciéndonos sentir hermanastros de muchos autores que escribían en una lengua parecida pero distinta que, a la larga, parecía como tocada por una vieja resaca de piedras nocturnas que la hacía cercana pero extraña.

Así la lengua española –o castellana según el profesor de gramática en la era escolar–: océano siempre presente aunque propietario de latitudes y distancias que producen cierto extrañamiento. Y así crecimos, creyendo en ese soliloquio de cada uno de los clanes dialectales, pegados como una rémora a la panza de un vehículo que atraviesa enormes distancias salinas, sin sentirnos del todo vecinos o extranjeros sino sabiéndonos habitantes torpes y lúcidos de una ciudad apócrifa de Marco Polo, familiares siameses y a la vez antípodas de un doble de vocabulario similar, aproximado.

–Pero a cada uno su soledad–, diría con razón monsieur Gaston Bachelard. Bien explica en uno de sus escritos centinelas cómo se hizo anacoreta aprendiendo de la soledad de los otros, compartiéndola con la imagen que de ésta le ofrecían sus autores preferidos. De toda esa argamasa de sentimientos la ceniza que queda es la poesía, ese animal sospechoso (Nicanor Vélez, José Ángel Valente o el movimiento de la materia. Rosa cúbica, 21/22. Barcelona, 2001) por quien es mejor no hablar y, sobre todo, a quien no hay que defender desde las graderías, puesto que él mismo lo hace mejor que tratados, poetas y vanos ejercicios de reivindicación.

Una vez soltadas las amarras y levadas las anclas, sin querer descubrir de nuevo las ciudades de Gog y Magog (Ung y Mungul según los primeros visitantes de esa región imaginada) y sin querer deslumbrar con finos paños de oro o de seda, ni con hermosas cuentas de lapislázuli, abandonamos a su suerte este primer cargamento de palabras venidas desde Bogotá, Galicia, Santo Domingo y Córdoba en las voces de Javier González, Chus Pato, Alexis Gómez Rosa y Neus Aguado.

Por ahora concluyamos con esta larga letanía. Ángel o demonio, animal sospechoso quiere pertrecharse en la sombra, como bestia de la maleza, en este idea: hacer respirar, desde sus páginas, a esa Laye babélica, última Thule ciudad del extranjero y escuchar desde la calígine esa extraña algarabía, a veces imperceptible, aludida al comienzo de este texto: como en la espesura, cuando el follaje no permite aún divisar el caudal en su caída de piedras y guijarros, pero deja intuir con claridad el rumor del agua golpeando los peñascos.

Sin embargo, más que una travesía, este primer número puede considerarse como un bautismo mexicano: Mañanitas mexicanas, nuestro dossier, lo debemos a la iniciativa del poeta Margarito Cuéllar quien, desde el castigo, o bendición, del sol de Monterrey, dio vida a una serie de iluminaciones y préstamos que fueron sumándose uno tras otro como eslabones, hasta conformar la cadena entera. Así llegaron Myriam Moscona, con sus semblanzas de Elsa Cross, Gloria Gervitz y Elva Macías; ellas mismas, con sus poemas y su atención a nuestros múltiples requerimientos, y Jeannette L. Clariond, con la prontitud con que nos hizo llegar su entrevista a Ricardo Yáñez. Y como todo bautismo –y toda fundación– requiere de una sombra tutelar para su primera ceremonia, no podemos omitir al Rimbaud evocado por Javier González, quien, desde la humedad y el alboroto bogotanos, nos adentra en ese género ambiguo de la hagiografía rimbaudiana y nos recuerda la actualidad de ese «muchacho que puso los propios caprichos por encima del oficio».

No se hable más: ya se acerca esa encantadora y fina dama salvaje que alebresta las voces de la penumbra, que propicia la fiesta como una «cabalgata en medio de la siesta» Pierre Clastres. Investigaciones en antropología filosófica. Barcelona, Gedisa, 1981.

Thursday, April 20, 2006

Animal Sospechoso n. 4





Un poema es el rastro de una intuición cristalizada en objeto verbal. Si es honesta, la intuición no puede construirse, sobreviene. Sólo podemos propiciarla creando las condiciones necesarias para que así suceda: desprendernos del deseo y de la voluntad. Eso mismo puede advertirse frente a los poemas de César Simón que hemos reunido en el dossier dedicado a su poesía, a cargo de Begoña Pozo (con artículos de Jaime Siles, José Luis Falcó y una semblanza escrita por su hija, Claudia Simón), con el que pretendemos contribuir a la incorporación del poeta valenciano a la tradición viva de la poesía hispánica. Sus poemas son diálogos interiorizados que surgen a partir de una experiencia concreta, minuciosamente descrita en sus aspectos físicos, pero que, a diferencia de lo que sucede con otros poetas contemporáneos suyos, tienden a la suspensión del juicio. Ya desde su primer libro, Simón incorpora con naturalidad el lenguaje común al poema sin que éste se vuelva prosa versificada; en su última época, a medida que su poesía se vuelve más sintética, aflora el esqueleto de ideas sensibles –sentidas y vividas como una experiencia más– en el que desemboca epigramáticamente la larga meditación sobre la totalidad de su vida.

Entre los poetas invitados a la primera sección de la revista, «Un buque cargado de...», nos alegra contar con la israelí Margalit Matitiahu. Pensamos que su presencia encaja dentro de nuestra enconada defensa de la contaminación lingüística, recordándonos al pariente casi desaparecido de la lengua española: el sefardí o ladino. Los poemas de Margalit muestran cómo esta otra hebra de la tradición no se ha truncado del todo y cómo puede hablarnos aún de la poesía de nuestra lengua. Desde España, Olvido García nos cede, para esta ocasión, varios poemas inéditos de quebrada intensidad, que forman parte de Y todos estábamos vivos, libro de próxima aparición en Tusquets Editores. Por su parte, desde México, Jeanette Clariond nos introduce, con afilada delicadeza, en una extraña elegía a la vida. Cierra este apartado de «ultramarinos» la oscura y tensa plegaria del colombiano Juan Pablo Roa.

En esta cuarta entrega animal sospechoso inicia una nueva sección, «Otras aguas», dedicada a la traducción de poetas desconocidos, o poco conocidos, en español. Estamos convencidos de que la poesía no bebe de una sola lengua y que la endogamia y la falta de inseminación lingüística procedente de otras tradiciones la empobrece progresivamente. Uno de los motivos por los que hemos elegido la obra de R. S. Thomas, poeta galés en lengua inglesa, para dar inicio a este apartado es la distancia que separa su obra de la tradición contemporánea en nuestra lengua. Esperamos que esta breve selección de sus poemas, ásperos y sin concesiones, a cargo de Misael Ruiz, despierte la curiosidad de algún lector.

Los apuntes de Roberta Raffetto en «Remolque final» acerca de la influencia de Fernando Pessoa en Álvaro Mutis, o mejor, de las «Reminiscencias de Álvaro de Campos en Maqroll El Gaviero» nos lleva al terreno de una valiente intuición que apuesta por descubrir cómo la poesía del portugués ha podido hacerse antecedente de un personaje de ficción de nuestro tiempo.

Dentro de los libros reseñados en «Lector de poesía», quisiéramos destacar el volumen Poesía hispánica contemporánea (Andrés Sánchez Robayna/Jordi Doce). Además de esta publicación, comentamos también otros libros de reciente aparición: el estudio sobre las influencias de la lírica inglesa en el siglo xx español de Jordi Doce (iv Premio de Ensayo Casa de América); una extensa antología de René Char, en edición bilingüe, presentada y anotada por Jorge Riechmann, quien lleva años traduciendo su obra, y un voluminoso título que reúne la poesía de Luz Pozo Garza, la poeta gallega viva de mayor trascendencia en la actualidad. Cerramos los repasos de este número de animal sospechoso con una sugestiva autobiografía de Joseph Brodsky.

En esta ocasión acompañarán nuestra lectura las imágenes austeras y sutilmente irónicas del fotógrafo español, ya fallecido, Paco Gómez (Pamplona, 1918 - Madrid, 1998), integrante de la Escuela de Madrid (La Palangana) de los años cincuenta. En sus fotografías los objetos pierden su naturaleza convencional para transformarse, imperceptiblemente, en lo que su ojo ha ido haciendo de ellos. El último agradecimiento de estas páginas va dirigido al pintor mallorquín Pere Alemany por habernos cedido el dibujo que ilustra la portada de esta entrega.